(nota internacional publicada al CIDOB)
La Unión Europea necesitó casi un mes entero de protestas y decenas de muertes civiles en Túnez para “deplorar” la violencia del régimen represor y corrupto de Ben Alí. Faltaban sólo unas horas para que el dictador abandonara el país por la puerta trasera. La intensidad de la respuesta comunitaria viró casi a la par de que se produjera el giro copernicano de la diplomacia francesa, que en cuestión de días pasó de ofrecer “savoir faire” policial a Ben Alí, a “tomar nota de la transición constitucional” en Túnez y, finalmente, con un Gobierno de unidad en ciernes, a “dar un apoyo decidido” a “la voluntad de democracia expresada por el pueblo tunecino”. Sólo unas horas separan el primer comunicado de la Alta Representante de la Política Exterior europea, Catherine Ashton, del cambio axiomático de actitud del Elíseo ante una revuelta que conseguía acabar con 23 años de dictadura de forma pacífica, y a pesar del silencio cómplice de una Europa mediterránea que había tratado a Ben Alí como a un socio privilegiado.
La posterior revuelta en Egipto empequeñeció aún más la capacidad de reacción institucional de la Unión Europea. El mismo día que en la plaza Tahrir, en el centro del Cairo, manifestantes a favor de la caída de Hosni Mubarak y supuestos partidarios del régimen se enfrentaban en un choque violento que dejó centenares de heridos, la comparecencia de la baronesa Ashton ante el Parlamento Europeo acabó en un aluvión de críticas y reproches a una Unión que, en palabras del líder de los Liberales Guy Verhofstat, “no entiende el momento histórico y tiene miedo” y que no es capaz de ser relevante ni siquiera en su “vecindad”. Esta vez fueron las grandes capitales las que tomaron la iniciativa y relegaron a la responsable de la diplomacia europea a un papel meramente secundario que recibía el encargo de visitar la zona en crisis. Francia, Alemania, Reino Unido, Italia y España firmaron un comunicado conjunto pidiendo una transición rápida en Egipto, exactamente en los mismos términos que la Casa Blanca lo había hecho 24 horas antes.
La sangrienta represión por parte del líder libio Muammar al-Gaddafi contra la oposición al régimen ha sido la estocada final a una imposible unidad política de la Unión Europea como actor global. La UE ha sabido reaccionar en el terreno humanitario, las sanciones económicas y el control fronterizo ante la llegada de refugiados del norte de África. Pero los 27 han sido incapaces de articular una posición común ante las demandas de la única oposición libia articulada, que reclamaba un reconocimiento político y apoyo internacional para imponer una zona de exclusión aérea, decidida finalmente in extremis el pasado jueves 17 de marzo por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con la abstención de Alemania. (seguir leyendo)
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